Hoy amaneció lento y pesado,
mis rodillas temblantes parecían postergar en su marcha lo irremediable,
mientras que la penuria surcaba mi frente desnuda,
ante un viento tóxico que me golpeaba;
La marginación de mi entereza se proyectaba en mis manos sudorosas
y en el trepidio de mis dedos...
Era tal la fatiga de mi temple que decidí salir de casa con los ojos cerrados
palpando a gatas la circunstancias que me rodeaban,
orbitando en torno al eje central de mi desventura,
en la constelación infinita del arrepentimiento.
Fraguábase tu imagen en el centro de mi universo
y mis errores fulminaban en tus ojos una sentencia definitiva;
continuaban siendo mis horas verdugas y perezosas
y los pensamientos se escapaban de mi juicio cual parvada forastera.
No hice más que aferrarme a la poca entereza que me restaba
arrojando mis realidades por la borda
enfaticé en mi ánimo los pasos que preceden mi ritmo cardíaco:
tu proximidad hacia el encuentro con mi alma perturbada...
El arte del vocablo, empapado en la atadura de la piedad
abrieron las palmas de tus manos encerrando mis mejillas
y del aliento el erotismo exento de apatía
el mundo y sus prejuicios desbordó,
mientras, el desvelo, frente a tu mirada ahora falta de imperativo
abogaba tu inmanencia a mi porfiado sistema cardinal de ubicación
Sin embargo, en el espacio del minuto inextinguible
y en los efectos embriagantes de recorrer tu cuerpo desnudo,
las raíces mortíferas del flagelo aún proliferan mi conciencia.
LITTGEN RAJANI